domingo, 4 de mayo de 2008

La guerra mediática.

La guerra, el acto físico y violento de destrucción y conquista no se puede entender sin su propaganda, sin la utilización de una comunicación informativa partidista que posibilite una amplia aceptación social a las acciones bélicas contra el enemigo.

En la guerra de intereses económicos, donde comienzan a erigirse gobiernos soberanos que cuestionan, promueven y desarrollan políticas contrarias a los intereses del capital extranjero, dejan de ser meros países desconocidos y saltan a la primera plana del show mediático; se convierten en objetivos, los nuevos enemigos a batir, y los hostigadores de la prensa lacaya comienzan a afinar su maquinaria de difamación.

El Grupo Prisa, la cadena COPE, diario El Mundo, diario la Razón, Canal9, Telemadrid, Tv3 y un largo etcetera, aun teniendo opiniones radicalmente opuestas en algunos temas, además de las divergencias políticas producto de los diferentes grupos de poder que los subvencionan, se han hecho eco del mensaje común y han cerrado filas ante el “caso venezolano”, y no es de extrañar que día sí y día también, dediquen parte de sus fuerzas desinformativas a atacar con especial virulencia cualquier punto flaco en el que se pueda atisbar cualquier resquicio de donde “sacar petróleo” y arremeter cual perros rabiosos.

No cabe duda que Venezuela, junto con Cuba, a nivel informativo de radio, prensa y televisión, han sido los países latinoamericanos a los que se les han concedido más minutos sobre los que mentir, manipular y tergiversar. El presidente electo de Venezuela, por desobediencia pública a los intereses de las trasnacionales y por abrazar causas antagónicas a los intereses del neoliberalismo, se ha ganado la enemistad eterna de la oligarquía que creía tener en Venezuela un “paraíso tropical” en el que seguir llenándose los bolsillos a costa de pactos preferenciales con gobiernos títeres y explotando impunemente los recursos del país.

Venezuela osa levantarse y ser dueña de su propio destino, ser independiente, ser soberana. Este es el pecado cometido, y su castigo es estar destinada a ser bombardeada periódicamente por los medios de desinformación de los grupos de poder y así crear una opinión negativa en el grueso de la población pasiva y receptora de mensajes difamatorios, para que en un determinado momento y cuando las circunstancias se den, o bien desbancar (directa o indirectamente) al Gobierno de Venezuela del poder (un golpe de estado en toda regla) o azuzar e incitar a la polémica y al enfrentamiento entre venezolanos y que culmine con la victoria del bando subvencionado por los intereses extranjeros. Mientras tanto, apoyarán directa y abiertamente los núcleos opositores y les otorgan voz y credibilidad, otorgándoles la falsa etiqueta de ser los verdaderos adalides de la libertad, los nuevos mártires de la justicia absoluta, los luchadores de la verdad.

El objetivo es pues, bien claro. Aquí no hay medias tintas, no existe una imparcialidad al caso, ni tan siquiera los mass media se dignarán a reconocer los logros de la revolución bolivariana, que no son pocos. Pero sí pondrán todo su empeño en crear a toda costa un estado de opinión en base a los intereses privados de unos pocos, para perjuicio de los muchos. Esa es la consigna y esa es la táctica a seguir.